30/03/2011

Banderas del mundo a bordo de Tara


© A.Deniaud/Tara Expéditions
Trayectorias cruzadas
Si Leila Tirichine, investigadora embarcada, y Lee Karp- Boss, científica en jefe, tuvieran que izar su bandera nacional, les resultaría difícil elegir una sola. Al igual que en Tara, izarían la bandera de su país de origen y otra más en honor a su país huésped. Y guardarían en un baúl las demás banderas de los países donde vivieron.
Jerusalén, 1964.  Lee nace dieciséis años después del nacimiento de Israel. Al igual que su gente, sus orígenes son variados. En sus venas hay sangre rusa, húngara e yugoslava. Pese a las amenazas que ciernen la ciudad santa Lee pasa una infancia y juventud tranquilas en el barrio de Katamon cerca del centro de Jerusalén. En temporada de vacaciones, la joven y su familia salen de la capital rumbo al Golfo de Aqaba en el Sinaí. Con máscara y snorkel, Lee explora las maravillas del arrecife de coral del Golfo de Aqaba. De estos fondos marinos nace  probablemente su pasión por la oceanografía.
Ghardaia, 1970. Leila nace ocho años después de la independencia de Argelia, en el sur del país, a las puertas del Sáhara. Sus padres son de nacionalidad argelina y francesa, pero ante todo son del pueblo bereber. Leila pasa su infancia rodeada de dunas y oasis. A los seis años, la niña inicia  una colección de escorpiones. ¿Sería el comienzo de una pasión por las ciencias naturales?  “Me fascinaban los escorpiones. Le pedía a mi abuela atraparlos y luego los ponía en un frasco con etanol. Años más tarde le di toda mi colección al Departamento de Zoología, del Instituto de Agronomía de Argel." A los siete años Leila deja las dunas de Ghardaia para las playas de la capital.
Dieciocho años. Un bachillerato científico en el bolsillo, la joven argelina pasa las puertas de la Escuela de Agronomía de Argel. Para la joven israelí ha llegado el momento de cumplir con sus obligaciones de ciudadana. Antes de comenzar su servicio militar, Lee se enlista en un voluntariado de un año en una ciudad desfavorecida del país. Por la mañana se dedica a la educación de los niños, por la tarde a los proyectos de desarrollo de la ciudad. Tras su postulación, Lee esta asignada por el servicio militar a una posición de guía cultural. Su misión: viajar por el país con los soldados para enseñarles la historia, la geografía y la cultura de este  país que sirven. “Tuve seis meses de entrenamiento antes de empezar, con destacados  arqueólogos, historiadores y geógrafos de Israel. Era apasionante”. Después de dos años y medio de servicio, la joven viaja unos meses a Noruega e Inglaterra. De vuelta en su ciudad natal, Lee se matricula en la universidad de biología de Jerusalén.
Seattle, 1991. Para explorar nuevos horizontes en el mundo de la oceanografía, Lee y su marido, también oceanógrafo, dejan Israel y se establecen en los Estados Unidos para hacer su doctorado. "Los primeros meses fueron difíciles. Había aprendido  inglés en la escuela pero me costaba seguir los cursos en la universidad. Y en la vida cotidiana sentía que había perdido mi sentido del humor porque tenía problemas para entender los chistes”. Lee va rápidamente, muy rápidamente, progresar en inglés. Día tras día, se siente más cómodo en su país de acogida. En la Universidad de Washington, la joven investigadora intenta desentrañar los misterios de la vida de los microorganismos en este medio viscoso que es el océano.
Toulouse, 1994. Por concurso nacional, Leila gana una beca para estudiar en Francia. Después de un diploma de agronomía avanzada en biotecnologías vegetales en Toulouse, ella sigue con un DEA en Rennes, y vuelve luego a Toulouse para iniciar un doctorado en biología molecular y celular vegetal. Leila aprovecha esos años de estudios en Francia para recorrer el país, y sorprendentemente, esta "hija del desierto" ama por encima de todo a las montañas, el ski y la nieve.
Mientras Lee se muda de estado en EE.UU. para lanzarse en un post-doctorado sobre "la dinámica del carbono orgánico en el “upwelling”, Leila, después de su tesis, integra el laboratorio de Jens Stougaard en Dinamarca. "Recuerdo muy bien mi llegada a Dinamarca, fue un día de tormenta, con vientos de más de 150 km/h. Acababa de cubrir Toulouse - Aarhus con mi Opel Corsa”. Para Leila, el épico viaje marca el comienzo de seis años daneses ricos en encuentros humanos y apasionantes descubrimientos científicos. Con su equipo, identifican los genes mutantes que pueden nodular sin la presencia de bacterias. A raíz de este descubrimiento el laboratorio presentara dos patentes.
Maine, 2002. Después de cuatro años en Oregón, Lee se muda con su familia en Maine donde se gana un lugar como investigadora en la universidad. El país que ella escogió para estudiar parece querer adoptarla definitivamente.
París,  2009. Desde hace tres años, Leila ha fijado su residencia en París para vivir junto a su marido. El año del nacimiento de su hijo, la investigadora postula por concurso al CNRS para integrar el Laboratorio de Biología Marina en la ENS de París, dirigido por Chris Bowler. Como coordinador de la expedición, Chris Bowler habla a su nuevo recluta del proyecto Tara Oceans. "Sería bueno que embarques en Tara. Vas a ver, ¡será una maravillosa experiencia que marcará tu vida! Recién inmersa en el mundo de la biología marina, Leila no se siente lista todavía en este periodo, a pesar de todo su interés en el proyecto y del apoyo de su marido también apasionado por la ciencia.
Niza,  2009. Durante una conferencia de oceanógrafos, Lee Karp-Boss se topa con Gaby Gorsky, también coordinador de Tara Oceans, quien le explica el proyecto. "Como anécdota, yo ya conocía a Gaby. Cuando yo tenía diez años en Israel, el me daba clases de natación”. Aficionada a la vela, Lee se entusiasma de inmediato para esta expedición.
Océano Pacífico Sur, 2011. En el marco de la expedición científica Tara Oceans, las trayectorias de Lee y Leila se juntan en medio del desierto oceánico Pacífico Sur. ¿Quién hubiera pensado que la hija del Sahara adoptada por Francia navegara junto a la hija de la ciudad santa hecha americana? A bordo, esta reunión no es realmente tan sorprendente. Aquí, la ciencia parece ser un mundo sin fronteras, sin bandera.
La historia de estas trayectorias cruzadas no se detendrá allí; Las dos investigadoras planean volver a reunirse para cooperar.
Anna Deniaud

29/03/2011

Fuera de las estaciones... la vida cotidiana en Tara

A.Deniaud/Tara Expeditions

Más allá de su función principal de barco científico, Tara es también un lugar de vida donde   catorce personas comparten sus vidas. En promedio, los científicos se quedan un mes a bordo  mientras los marineros se quedan  períodos más largos, de tres meses en general. Para que la vida comunitaria se desarrolle en las mejores condiciones posibles en este espacio limitado, hay reglas, horarios, tareas que cada uno debe respetar.
Cada mañana entre siete y ocho, se reúne toda la tripulación en el comedor para el desayuno. Sobre la mesa hay cada día un buen pan hecho por la cocinera a bordo. La tripulación no se involucra en la preparación de las comidas, sólo una persona tiene la entera responsabilidad. En cambio, todos, excepto el capitán, participan en las tareas domesticas. Servicio de mesa, lavado, limpieza, cada equipo formado por dos o tres personas realiza una de estas tareas. Por mal tiempo, poner la mesa y servir los alimentos puede parecer algo arriesgado, pero sobremesas  antideslizantes limitan el daño.
Para anunciar la comida, la cocinera usa una gran campana que resuena en todo el barco. Para avisar los mecánicos de la hora del almuerzo hay sin embargo que ir a veces hasta la sala de máquinas, un lugar especialmente ruidoso.
En cada parada, la cocinera se encarga del abastecimiento en alimentos para la siguiente etapa  que puede durar hasta un mes. Todos los alimentos se almacenan en cajas bajo las camas o en proa.  Frutas y verduras se envuelven en papel para su mejor conservación. Carne y pescado se guardan en un congelador de gran tamaño. Los marineros sueñan a diario con pescar algo, pero es prudente tener mariscos en reserva.
Fuera de las horas de comidas, el comedor  se viste de sala de estar o de oficina open-space. Alrededor de las mesas de madera, sentados en bancos, los científicos trabajan en sus computadoras. Con mar demasiado agitado, algunos se orean regularmente en cubierta en pausas que evitan ser sorprendido por el mareo.
El ingeniero de cubierta (deck engineer) tiene su propia oficina ubicada en la biblioteca del barco. Al lado del comedor, una reducida cabina está reservada para el segundo capitán y el periodista embarcado para guardar allí el equipo de vídeo. Comúnmente llamada el  PC-com esta cabina  alberga todos los dispositivos de comunicación a bordo, con dos teléfonos que permiten mantener el contacto con Francia. Pero nunca verán un miembro de la tripulación colgado allí por horas. Las comunicaciones son muy costosas, el teléfono se reserva para las comunicaciones profesionales No hay Internet a bordo, pero para enviar noticias a sus familiares y amigos, cada miembro de la tripulación tiene una dirección de correo electrónico personal especialmente creada para su uso mar afuera; el sistema es a veces caprichoso, es como lanzar una botella al mar: algunos mensajes nunca llegaran a su destino. A pesar de estas incomodidades, los miembros de la tripulación revisan su casilla  cada día con la esperanza de recibir noticias de los que dejaron al embarcar.

Vivir en la goleta conlleva más restricciones que las solas limitaciones de comunicación. Por ejemplo, hay que separar los residuos orgánicos del resto y tirarlos al mar todos los días. No se tiran sin embargo las cáscaras de huevos y sobras de aves debido a los riegos de contaminación.
También se restringe el consumo de electricidad y agua. La electricidad es suministrada por un banco de baterías recargado por tres generadores que consumen diesel. Es entonces prudente  evitar el consumo innecesario. Un desalinizador produce agua dulce a partir de agua de mar pero el también consume electricidad, y la producción de agua potable toma tiempo. Por lo tanto se hace hincapié en ahorrar las reservas para tener siempre agua dulce disponible.
El velero dispone de aire acondicionado y calefacción. Diseñado para navegar en condiciones polares, Tara almacena una gran cantidad de calor solar. En zonas cálidas, resulta imprescindible  usar el aire acondicionado para evitar el sobrecalentamiento de los dispositivos electrónicos, ya sea en el PC-com, o en el laboratorio seco. Pero todas las aéreas del barco no están servidas por el acondicionador de aire; cuando hace demasiado calor adentro el mejor remedio es entonces de salir en cubierta un rato. En los periodos de calor más fuerte unos hasta abandonan sus camarotes para dormir en hamacas bajo las estrellas.
Para hospedar toda la tripulación, el velero cuenta con siete cabinas equipadas con dos literas superpuestas. La litera, una especie de cama a bordo, se puede colocar en el sentido transversal o longitudinal del barco. El balanceo o la inclinación pueden estorbar, como el tener la cabeza más baja que los pies. El sueño en un velero es siempre más leve que en una cama en casa. La ventaja es que cada mañana los viajeros sienten que tuvieron mil y un sueños, entre ellos el de recorrer el mundo a vela para revelar los misterios de la vida subacuática.

Anna Deniaud

28/03/2011

Bongo y compañía.


© V.Hilaire/Tara Expéditions

25-03-2011
Por 101 grados de longitud Oeste y 29 grados de latitud Sur, Tara acaba de realizar la estación  96 en la frontera del "giro" del Pacífico Sur. Aumento de la temperatura del agua, aumento de la salinidad, menor densidad de nutrientes: no hay duda, los primeros resultados  confirman que el desierto oceánico esta cerca. Aquí el plancton escasea, se hace más pequeño y más profundo. Los científicos tuvieron que tener aguante para filtrar una y otra vez. Bombearon y filtraron ocho cientos litros de agua sin contar las muestras de la roseta. La pesca no fue milagrosa en cantidad, pero si fueron sorprendentes la variedad y la originalidad de los microorganismos recolectados.
Desde las ocho de la mañana hasta altas horas de la noche, marineros y científicos se turnaron en  cubierta para tomar muestras del agua de un azul profundo. Una vez más el color del mar traduce la índole del medio ambiente. Para vivir el fitoplancton absorbe la luz, sobre todo el espectro azul y algo del rojo. En su presencia el agua cobra entonces tonos de verde.
Tara deriva al ritmo del llenar de las botellas y regularmente debe volver a su posición inicial. La estación científica parece entonces un balneario: algunos tripulantes se asolean, otros aprovechan para lanzar una línea al agua, las redes se secan con la brisa antes de reanudar su danza en las profundidades.  En un día y algo de noche se lograron más de veinte inmersiones.
La roseta CTD sigue siendo el instrumento emblemático de la estación y de la expedición Tara Oceans. Pero también es imprescindible una variedad de redes para optimizar la expedición. He aquí una breve descripción de las diferentes " trampas de plancton " a bordo.
El Regente
El Regente es una red ancha de casi un metro de diámetro, dedicada a la pesca de zooplancton. Debido a su gran diámetro atrapa los organismos más veloces, aquellos capaces de burlar las demás redes. Una inmersión del Regente  a 500 metros de profundidad  puede filtrar más de 350 metros cúbicos de agua y recuperar copépodos carnívoros,  medusas y otro zooplancton.
Antaño esta red estaba hecha de seda. Franck Prejger, taxónomo del laboratorio de Villefranche-sur-Mer (CNRS) explica: "Los biólogos iban en persona a los molinos de harina para abastecerse en seda fina. La malla usada para tamizar la harina era perfecta para atrapar el plancton". Hoy en día el nylon sustituye la seda y máquinas de coser han sustituido la costura manual.
La WPII – World Part II
Internacionalmente reconocida en la profesión, esta red simple, que termina con una manga cónica de tela y un embudo de latón, captura el fitoplancton.
La  WPII puede tener dos capas de malla diferentes, una de 50 micrones y otra de 200 micrones... El tamaño más pequeño se utiliza para recoger el fitoplancton, los protistas por ejemplo. El tamaño superior recolectará el segundo nivel en la cadena alimentaria, o sea los organismos que se alimentan de fitoplancton, como los copépodos.
Los Bongos
Existen tres tipos de Bongo, dependiendo del tamaño de malla: 180 micrones, 300 y 2000.
El “bongo 180 "navega en superficie o en la  DCM (profundidad de la clorofila máxima) y se utiliza principalmente para capturar los protistas.
El “bongo 300 " con lastre de 50 Kg  se sumerge oblicuamente a casi 500 metros de profundidad para pescar el zooplancton pequeño. Esta red cuenta con dos colectores. Después de ser guardada en formol, una porción de la captura servirá para la taxonomía, la determinación de las especies. Los microorganismos recuperados en el segundo colector se guardarán en alcohol y servirán para la  meta-genómica, el estudio de la secuenciación del ADN.
Las otras redes de plancton
La doble 20
Esta se parece al Bongo por su red doble pero se llama "double twenty". Como su nombre indica, su tamaño de malla es de 20 micrones. La doble 20 permite capturar protistas en la superficie y en profundidad.
La 5
Esta red simple de malla muy fina, 5 micrones, se usa también en la superficie o en la DCM. La 5 puede capturar microorganismos particularmente pequeños, tales como los dinoflagelados y las diatomeas.
La Manta
Esta red peculiar no tiene vocación primera de recoger el plancton sino más bien la de recoger partículas de plástico. Con su aspecto de raya Manta, la red se compone de un cuerpo de aluminio y dos largas mangas de nylon; navega sólo en superficie para recolectar micro-residuos estudiados por el programa “plástico”.
Anna Deniaud

El diario de un "veterano".




Vincent Hilaire. © Bruno Dunckel


Vicente Hilaire fue corresponsal embarcado en Tara por seis meses, de Ciudad del Cabo (septiembre 2010) a Valparaíso (febrero 2011). Una vez en tierra, el recuenta esas semanas ricas en aventuras humanas y científicas. Esta es su segunda experiencia después de participar en la expedición ártica a bordo de la goleta.
Después de participar en la expedición Tara Artic, ¿cómo viviste esta segunda aventura a bordo de Tara?
Acabo de vivir algo completamente diferente. En el Océano glacial Ártico estábamos derivando con el hielo; Aun cuando nuestra progresión fuera real, teníamos la sensación de ser una base estática. En Tara Oceans estamos en la dinámica. Navegamos a menudo a vela, llevamos a cabo las estaciones mar afuera, arrancamos de nuevo, hacemos escalas. Además de su dimensión de base  polar, Tara proyecta hoy la vocación de un velero en alta mar al servicio de una misión científica novedosa. Tuve la oportunidad de participar en numerosas maniobras a vela en Tara, algo con que yo soñaba desde hace mucho tiempo.
Recorrí en seis meses unas 13.000 millas, algo más de 24.000 kilómetros. Es ocho o nueve veces lo que yo había recorrido con Tara en la misión en el Ártico.
El vínculo entre estas dos expediciones es muy claro: es la ciencia. En el Ártico ya estábamos haciendo oceanografía, así que al embarcar en esta nueva expedición, no me sentí desorientado al rencontrar algunas manipulaciones. En resumen, he vivido esta expedición con igual pasión e interés porque hay una continuidad: auscultar los océanos.
¿Cómo viviste la doble identidad de protagonista y narrador de una historia en curso?
Bien, mejor que en la expedición anterior, por mi experiencia. Es cierto que a veces es difícil trazar una línea entre el momento en que uno participa en la vida del barco en calidad de  tripulante, y el momento del distanciamiento, cuando hay que dar un paso atrás para ver, fotografiar o filmar. Dejar de ser un actor, para hacerse observador, aunque eso siga siendo acción en esencia. Debes lograr la alquimia en función de la importancia de lo que sucede también a bordo. A veces la urgencia de una situación te manda a dejar de lado la cámara y los focales; El corresponsal de la expedición es ante todo un miembro de la tripulación, y la seguridad a bordo de un barco es la prioridad.
Hay episodios que requieren que te hagas periodista; en este caso es importante encontrar el momento adecuado preciso. No es tan fácil, incluso a los ojos de la tripulación que no siempre entiende por qué de repente tú dejas de compartir las faenas de la misma manera.

Por último, para esta expedición, decidí hablar a menudo a la primera persona, tal como me lo había sugerido Etienne Bourgois, el presidente de Tara Expéditions.
¿Es fácil de compartir Tara Oceans con el público?
Tal vez parezca presumido, pero mis dos aventuras con Tara me enseñaron que todo es posible. No es siempre fácil escribir para dar a entender mejor la ciencia, y filmar y editar reportajes en el mar. Los corresponsales que embarcan saben que se tiran a un desafío intelectual y físico. Por mi parte me encanta el mar desde niño, navego, buceo, nado. El mar me fascina. Es sin duda la razón por la cual quiero aprender y entender más, y siempre, de sus misterios. Creo que uno puede compartir con éxito cuando uno ama al tema.
¿Cuáles son tus impresiones de la Antártida después de haber conocido el Ártico?
En el Ártico, me sentí mucho más aislado que en la Antártida, debido probablemente a la noche polar. El Ártico me sabe a desierto helado. Sin vida; sólo diez humanos intrusos en misión.
En la Antártida, que descubrí durante el verano austral con días de 20 horas de luz solar, había la presencia sistemática de una tierra y un montón de vida: focas, ballenas, aves marinas, pingüinos. Nada parecido entonces. ¿Quizás esto se debió solamente a la luz? No creo. Sólo nuestra incursión en el mar de Weddell me ha dado la misma impresión que el Ártico. La tierra en ese momento estaba muy lejos de nosotros.
¿Después de seis meses a bordo, que ha cambiado en tu visión de la expedición?
Tomé mayor conciencia de la calidad del trabajo científico que se realiza a bordo de Tara, por profesionales que tienen arraigado el objetivo de hacer progresar su conocimiento de los océanos. Uno debe saber que lo que se hace a bordo de Tara ahora es único: un retrato, un inventario de la presencia y de los tipos de especies de plancton en los océanos recorridos, desde el virus hasta la larva de pez. Ninguna otra expedición ha podido hacer este trabajo en tan corto período, en todos los mares y océanos del planeta. Es una hazaña tanto humana como tecnológica.
Desde un punto de vista medio-ambiental, quisiera gritar con mis fotos y textos que la Tierra es hermosa y frágil a la vez, como la vida.
¿Cuál fue tu escala preferida y por qué?
La de Río de Janeiro. Para mí Rio es un mito, desde joven. Nací en París pero rápidamente me mude a Marsella. ¿Será el clima del Sur, el fútbol, ​​la fiesta, el tuteo fácil en las calles? Con mis amigos soñábamos con ese país, como un paraíso. Cuando llegamos con Tara en un día nublado, yo veía a Río por primera vez en mi vida después de veinte días de navegación: mi primera impresión fue más bien decepcionante.
Y al transcurrirse la escala, las visitas a bordo, algunas vueltas en la ciudad de día y noche  a pesar de la violencia que a veces puede prevalecer, me dije que lo que había soñado existía de verdad, treinta años más tarde. Un país de mestizaje, de apertura, donde el arte y la naturaleza están de relieve.
 ¿Cuál es el tramo que más te gustó, y por qué?
Los disfruté todos merced a los equipos de marineros y científicos. Yo no soy capaz de expresar  un juicio de valor. Cada equipo es diferente y aporta algo. ¡A lo largo de estos seis meses he conocido siete equipos diferentes de al menos catorce personas cada vez!
Si todavía tuviera que seleccionar, sería la Antártida; y la incursión de varios días en el mar de Weddell, por supuesto, fue excepcional. Hacer ciencia en medio del hielo me trajo algunos recuerdos.
¿Cuál es tu mejor recuerdo de mar?
Tengo de nuevo un montón de recuerdos y estoy en apuros para elegir uno. Si absolutamente tuviera que guardar uno, yo diría que fue la reunión con cinco o seis ballenas jorobadas que se hartaban de krill a pocos metros del  tímpano de hielo en el Mar de Weddell. Rascaban Tara con su cuerpo oscuro, seguían con su banquete apenas perturbadas por nuestra presencia casual. Estaba ya oscureciendo y nos percatamos en el último momento.
¿Tu imagen más fuerte de plancton?
En primer lugar es la primera vez que tomé una foto con el macroscópio en el laboratorio seco, a bordo de Tara. Me di cuenta de la delicadeza, del tamaño, de la perfección de las formas de estos microorganismos marinos. Son simplemente asombrosos, sorprendentes. En su lucha diaria por la sobrevivencia se han adaptado de una manera increíble. Algunos han creado luces especiales para ahuyentar a los depredadores, cada quien tiene un truco, una táctica que casi lleva a su forma. Estamos de lleno en la teoría de la adaptación darwiniana. Adaptarse, evolucionar o morir, es la selección natural.
Mi plancton favorito es el ctenóforo con sus cilios de colores que usa para nadar; uno se proyecta en la Odisea del espacio.
¿Llegaste a tener miedo en algún momento?
Sí, varias veces. Bastante preocupado más bien... Por ejemplo, cuando estábamos en el hielo en el mar de Weddell, temía que el hielo nos encerrara. Tenía la sensación de que una trampa se cerraba sobre nosotros con mandíbulas muy grandes. La otra vez fue cuando estábamos fondeados a la entrada del Estrecho de Magallanes en Suramérica: esta monstruosa tormenta que   azotó nuestra zona. ¡84 nudos en el ancla con olas de varios metros, nunca lo había hecho!
¿Cuáles son las principales dificultades que has encontrado?

Debo decir que tuve mucha suerte. He tenido solo problemas técnicos menores. Pocas dificultades relaciónales agudas, lo que hubiera podido suceder en la encerrona a bordo. Ningún  problema de salud específico, con excepción de inquietudes  intestinales que hicieron del final del viaje algo menos emocionante. Para mí, esta segunda expedición a bordo del Tara, ¡es 100% felicidad!
¿Cuál es el tiempo compartido con niños que más te llamo la atención?
Siempre recordaré esta visita de uno niños de una favela en Río de Janeiro con André Abreu de Almeida, el director de desarrollo de la asociación France Libertés allí. Entrevisté un niño de esta favela “do Cajú ": con una sonrisa pegada de la cara, él le explicó a Andrés  quien traducía, que el mar allí esta “muito poluido”, por lo que nunca se baña. También fue la primera vez que el pisaba la cubierta de un barco. Me sentí muy emocionado, con lágrimas a los ojos. A pesar de su conocimiento de la realidad de esta parte del mundo, André también estaba conmovido. Este chico se llama Josué.
¿Cuántos reportajes, informes, diarios?
En seis meses a bordo he filmado y editado 40  reportajes vídeo, saque sin duda 20.000 fotos y escribí cerca de 150 diarios.
¿Cuál es la impresión que dejan los embarques y desembarques de la gente en Tara?
Cuando las relaciones a bordo se transforman en amistad, es duro. Un amigo se va. Pero al mismo tiempo te hiciste un nuevo amigo, y esto no tiene precio; felizmente en las expediciones modernas, hay medios extraordinarios de comunicación para poder mantener este vínculo. Aunque no siempre sea fácil separarse, llegan nuevos miembros del equipo a bordo, una nueva historia comienza, la aventura continúa.
¿Lo que más has añorado durante seis meses?
Mis amigos, mi familia. La gente que quiero.
¿Cuáles son tus planes de regreso en Francia?
Son muchos. Exposiciones de fotos, un libro, documentales para televisión. Volver a Tara en unos meses. Y simplemente disfrutar de la gente que quiero.
Para seguir Vicent Hilaire: www.vincenthilaire.fr

24/03/2011

Marcela, observadora y apasionada.


23-03-2011
© A.Deniaud/Tara Expéditions
Marcela Cornejo, observadora del gobierno de Chile a bordo de Tara, debe garantizar que no se tomen muestras a menos de cinco millas de la costa. También debe cerciorarse de que la información recogida a bordo, tal y como la salinidad y la temperatura del agua, entre otros datos,  esté debidamente transmitida a su país.
A 200 millas de la costa chilena, ya en aguas internacionales, Marcela se quita un poco el gafete de observadora y deja riendas sueltas a su pasión por la oceanografía.
"Cuando vi el plan de viaje de Tara, inmediatamente envié mi solicitud al gobierno para ser la observadora a bordo. Es para mi una oportunidad única de investigar mar afuera”. Cada año pasan barcos científicos nacionales y extranjeros, pero no es común que investiguen tan lejos de las costas. Embarcada en Puerto Montt semanas atrás, Marcela permanecerá a bordo hasta la Isla de Pascua. Esta navegación de más de un mes en la goleta le permitirá a esta estudiante de post-doctorado avanzar en su investigación sobre "las formas alternativas de producción y consumo de óxido de nitrógeno  (N2O) en la superficie del océano”.
Después del muestreo y los experimentos llevados a cabo en la zona sub-antártica naturalmente pobre en N2O, esta bioquímica oceanógrafa podrá entonces estudiar una zona más rica en N2O, y así comparar los dos ecosistemas. El objetivo de la investigadora chilena es de identificar los posibles mecanismos involucrados en la fijación de N2O.
El óxido de nitrógeno es un gas con efecto invernadero que aparece en los océanos a raíz de la degradación de materia orgánica. Como el dióxido de carbono (CO2), es un gas lesivo de la capa de ozono. Anteriormente Marcela había hecho también un doctorado sobre  "sumideros y fuentes de CO2 y N2O mar afuera en el Pacífico Suroriental." Para la doctora en bioquímica oceanográfica esta larga relación con los gases de los océanos comenzó hace más de quince años en Valparaíso.
A los 17 años, después de aprobar las "pruebas de aptitud académica", el equivalente del bachillerato francés, Marcela deja su ciudad natal, la capital, Santiago, para estudiar  oceanografía en Valparaíso. Chile cuenta con dos universidades impartiendo oceanografía, una en Valparaíso y otra en Concepción donde reside actualmente Marcela. "En esos tiempos, en 1995, éramos sólo veintiuno matriculados en el primer año de Oceanografía. En mi promoción soy la única en haber terminado sus estudios". La oceanografía no es un área muy popular en Chile; son estudios largos, difíciles y costosos. Para financiar su educación, Marcela felizmente puede contar con el apoyo de sus padres, ambos médicos en Santiago.
Después de cinco años de estudios y su tesis, la joven consigue un puesto de técnico bioquímico en  el laboratorio de Oceanografía de la Universidad de Concepción. En 2005, el año siguiente al nacimiento de su hija Amira, Marcela inicia un doctorado que ella completara en 2010, año del trágico terremoto que destruye gran parte de Concepción. "Yo estaba en este momento en una conferencia en los Estados Unidos. Durante dos días no supe nada de mi familia, fue muy duro”. La familia y la casa de Marcela se salvaron ilesas, pero el terremoto y el tsunami causaron estragos. Cíclicamente, cada sesenta o setenta años, la ciudad sufre la misma tragedia.
En marzo de 1835, en el curso de su viaje alrededor del mundo en el Beagle, Charles Darwin llega a Concepción unos días después del desastre: "4 de marzo 1835. Entramos en el puerto de Concepción... Toda la costa está llena de vigas y muebles como si un millar de barcos se hubieran desbaratado. Además de sillas, mesas, armarios, etc. se ven techos de casas que han sido arrastrados casi enteros". Extracto del libro "Viaje de un naturalista alrededor del mundo” de Charles Darwin.
A pesar de los riesgos, a Marcela le encanta esta ciudad portuaria con un clima templado y lluvioso, y una vida apacible. En una semana ella volverá a su ciudad, su esposo, su hija Amira y sus gemelos, Santiago y Rafaela. Cuando se le pregunta lo que su familia opina de este viaje, dice: "Mi marido es también oceanógrafo, así que él se siente muy feliz por mí, mi investigación; pero mi hija mayor tenía miedo de que me comieran los tiburones".
Después de una corta estancia en la Isla de Pascua, la oceanógrafa retomara el camino de la Universidad de Concepción con una multitud de muestras en su mochila. Tendrá un mes para redactar su informe al gobierno chileno. Y hasta 2015 para estudiar sus queridas muestras.
Anna Deniaud.

20/03/2011

Solos en el Pacífico Sur

© A.Deniaud/Tara Expéditions

 20-03-2011

No hay barco en el radar, ningún carguero en el horizonte. ¿Los marineros se olvidaron de esta ruta marítima? Ningún rastro de avión en el cielo. Los hombres parecen haber completamente desertado estos lares. Con cada milla náutica recorrida Tara se acerca a este famoso desierto oceánico en el Pacífico Sur. Allí, hasta el plancton escasea. Las estrellas temerarias son las únicas que aceptan acompañar la tripulación en esta larga navegación. Cada noche, para demostrar su apoyo, las estrellas y la luna iluminan con mil luces la ruta del velero.


Alrededor de Tara, el gran azul se extiende al infinito, al horizontal y lo vertical. Las profundidades abisales alcanzan los 4000 metros. Ayer, algunos miembros de la tripulación flirtearon con estas profundidades vertiginosas, tirándose al agua, arrullados por olas somnolientas. Si es agradable estirar las piernas, también es prudente asegurarse de que ningún depredador hambriento anda por allí. En vista de la pesca del día a bordo, tampoco abundan los peces. Por turno, un vigilante con visor inspecciona la zona, ayudado por la transparencia del agua.

39 metros. Es la profundidad a la que la luz penetra en el océano, acorde la medición del disco de Secchi. El disco de Secchi es el más antiguo instrumento oceanográfico a bordo. Creado en 1865 por Pietro Angelo Secchi, astrónomo y jesuita italiano, este disco blanco cuelga de una larga cuerda con lastre de plomo; una vez sumergido a la vertical, permite definir la profundidad de la transparencia del agua. La calidad de las mediciones depende sin embargo de la cobertura de nubes, la agitación del mar y la vista del operador.

El arcaico instrumento goza de una renovada popularidad a bordo de la goleta: Lee Karp-Boss, nuestra jefa científica, ha lanzado un “concurso Secchi”. En cada estación, la tripulación apunta  en una hoja la profundidad estimada de la transparencia del agua. Corren las apuestas: “¡Ríen ne va plus!” En el Zenit, se sumerge el disco de Secchi bajo la atenta mirada de los científicos y marineros. Según la deriva del barco, a veces el disco se hunde oblicuamente en el agua, alterando así toda medida. Algunos pegaran gritos de escándalo científico, pero astutas correcciones reajustarán el resultado y se elegirá un ganador. El afortunado recibirá entonces una miniatura del disco de Secchi y tendrá el honor de oficiar para la  siguiente inmersión del instrumento.

Concurso Secchi mediante, la ciencia se inmiscuyó en los detalles de la vida diaria a bordo, hasta perseguir algunos científicos en su sueño. Juntas, ciencia y  naturaleza parecen tener ahora completo dominio del hombre, rigiendo todos sus actos y movimientos.

Ayer por la mañana, un banco de medusas se rascó con el casco de Tara. En menos de cinco minutos, con sus cubetas  y redes, los científicos estaban en cubierta para tratar de ligar con estos organismos gelatinosos. Más conciliadores que sus hermanas, dos sálpidos aceptaron desnudarse bajo la luz del microscopio. Corazón, bandas musculares, órgano luminiscente, embrión... A través de su cuerpo transparente, el Helicosalpa Virgula reveló sus secretos a Franck Prejger, taxónomo del laboratorio de Villefranche-sur-mer.

Investigación científica e inmensidad del entorno inducen la perdida de la noción de espacio y  tiempo hasta olvidar que, al exterior de este capullo flotante, el mundo sigue girando; No necesariamente muy bien. El campanazo anunciando la hora de las cenas, el horario semanal de  tareas domesticas, son las únicas pautas del ritmo de los días a bordo y del calendario. Pero los email devuelven, a veces violentamente, la tripulación a la realidad.

El sol ha inundado el barco desde hace varios días, pero hoy es la lluvia quien trata de trata de  entrar por los paneles; Ello les recuerda a algunos sus países de origen. Motor encendido, Tara sigue su camino, saludado por algunas pardelas marrón. Una semana más y veremos los Moais de Isla de Pascua en el horizonte.

Anna Deniaud

17/03/2011

En los pasos de Robinson Crusoe


© A.Deniaud/Tara Expéditions

17-03-2011
¡Tierra! ¡Tierra a la vista! La tripulación se equipa a toda prisa y se precipita en cubierta. A bordo de Tara, los mapas y los instrumentos de navegación moderna no han mitigado la emoción que genera la aparición de una tierra. Con toda la tela puesta, la goleta se dirige hacia las islas  Juan Fernández ubicadas a 670 kilómetros de la costa chilena. Este archipiélago volcánico compuesto de tres islas, Santa Clara, Alejandro Selkirk y Robinson Crusoe, debe su fama a esta última donde tuvo lugar la famosa aventura solitaria de Robinson.
Para escribir su novela, publicada en 1719, Daniel Defoe se inspiró en la historia de Alexander Selkirk, un marinero escocés. En 1704, tras una pelea con el capitán, el indisciplinado Alexander había pide ser desembarcado en una isla, entonces llamada Mas-a-Tierra. Rápidamente el se arrepiente de su decisión pero ya es demasiado tarde: sus compañeros lo han abandonado del todo. Durante cuatro años y cuatro meses, el hombre sobrevivirá en esta tierra hostil con la sola compañía de una biblia y una bitácora."Yo, pobre miserable Robinson Crusoe, habiendo naufragado frente a la costa durante una tormenta terrible, toda la tripulación habiéndose ahogada, siendo yo mismo medio muerto, me acerqué a esta isla lamentable, que llamé la Isla de la desesperación”. Extracto del diario de Robinson Crusoe en la novela de Daniel Defoe.
En su obra el escritor le da un toque novelístico a la llegada del marino en la isla. Su versión no es sin embargo tan extravagante, ya que el destino quiso que el "Cinco Puertos" se hundiera poco después de desembarcar Alexander Selkirk. Escrutando el horizonte cada día desde lo alto de su roca, el marinero escocés será finalmente liberado de su cárcel en el Pacífico por un barco ingles.
A menos de una milla de la costa, Tara bordea las escarpadas cumbres de la isla de Robinson.   Cuaderno y lápices de colores en mano, Céline captura el paisaje que desfila. Regadas a ratos por rayos de sol, las rocas de color ocre resaltan sobre los bosques verdes de la isla. Cerca de 140 variedades de plantas crecen en esta tierra; Más de un centenar son endémicas. El archipiélago también alberga un gran número de aves terrestres endémicas. Así declarada en 1977, la isla Robinson Crusoe es ahora una reserva de la biosfera.
Dos veleros están anclados en la bahía Cumberland; Antaño, cuando la reina Elisabeth I de Inglaterra alentaba la piratería en estas tierras lejanas, hubieran sido sin duda más numerosos a fondear aquí. Después de saquear los tesoros de América del Sur, especialmente los de los incas del Perú, los piratas y corsarios del viejo mundo se refugiaban aquí en el archipiélago. Reponían fuerzas unos días antes de enfrentarse con el temido Cabo de Hornos.
Armadas con binoculares, Sara y Gabriela siguen explorando la isla a distancia. Se divisan algunas casas incrustadas entre dos cerros. Hoy en día casi seiscientas almas viven en la isla Robinson Crusoe, única tierra habitada del archipiélago. La gente sobrevive merced al turismo y la pesca, en particular de langosta.
¡Lástima que no podamos abordar la isla para descubrirla y gozar de una buena langosta! No hay sombra de un motín a bordo, ni siquiera de una queja al capitán. ¿Quiere alguien poner su morral en tierra? Nadie parece interesado. Uno se resigna entonces a retomar la navegación rápidamente, muy rápidamente porque el tiempo se nos está acabando. El equipo de Tara debe continuar con su misión científica. En cubierta, los marineros disfrutan de los últimos momentos de  navegación a vela. Mañana, Tara entrará en una burbuja anticiclónica y por los cinco días siguientes la goleta sólo andará a motor.
Anna Deniaud
 

16/03/2011

Vallette, capitán al mando de Tara.


© A.Deniaud/Tara Expéditions

Vallette es el nuevo nombre garabateado en la columna de firmas de la bitácora del puente de mando.  Es el apellido del nuevo capitán de Tara. Loïc tomó el mando en el legendario puerto de Valparaíso;  En su primera navegación llevará el velero hasta la Isla de Pascua. He aquí un poco  de la historia de este joven, a quien no le gusta ser visto como joven capitán. A la vista de su hoja de vida, se entiende por qué.
Nacido en Marsella en 1978, Loïc Vallette ha pasado su más tierna infancia en el mundo de la vela. Ya sea con su padre en el velero de la familia o en vela ligera con su socio del club de vela de Pointe Rouge, el joven aprende rápidamente a controlar las velas, conocer los vientos y las corrientes del Mediterráneo.
En el mapa de la vida, el sendero de Loïc parece ya trazado; Su negocio será la navegación. Sin dudarlo mucho después de un bachillerato científico, se enlista en la escuela “Hidro” de Marsella. "No me proyectaba trabajando en una oficina, yo quería ganarme rápidamente la vida, así que me lancé en una carrera de oficial de marina mercante."
Después de un primer viaje en la costa africana a bordo de un portacontenedores, Loïc vuelve a salir 2 meses el año siguiente para una pasantía hacia América del Sur. En medio de marineros filipinos y croatas, el joven de Marsella encuentra su cuate de escuela, Olivier Marien. "Es el tipo de aventura en la cual o te conviertes en súper cuate,  o te odias por toda la vida." Olivier y Loïc  se hicieron amigos. Es así que merced a Olivier, ex capitán de Tara, Loïc descubre la goleta científica.
Regresando a nuestro recuento histórico, el oficial alumno completa su tercer año de la escuela:   para él ya es hora de ir al grano. El plan de estudios requiere de dos años de navegación. Antes de embarcarse en mares del norte de Europa, en buques cableros, Loïc se da cuenta de que no ha elegido una vida fácil. "Cuando embarcas, tu sabes que por varias semanas o meses tendrás que renunciar a unos elementos esenciales de tu vida; La naturaleza, los amigos, las aficiones....”
En ese periodo el joven oficial a es infiel al mar: pasa sus vacaciones, todo su tiempo libre, a la montaña, escalando. En los Alpes en Francia, la Cordillera Blanca en Perú, o en Marruecos, Loïc se siente libre en suntuosos escenarios."Me gusta esta relación que se teje con un compañero de cordada, es un vinculo fuerte, como hermanos".
En 2003, con su diploma de oficial en mano, Loïc vuelve a embarcar en portacontenedores en calidad de segundo oficial. Las incesantes travesías del Atlántico, las escalas en puertos de comercio donde las máquinas han sustituido a los hombres, todo eso le pesa. En ese momento hasta piensa en explorar otro tipo de oficio: guía de montaña, por ejemplo. Pero la ciudad focense sabe cómo jugar con sus encantos para amarrar su hijo nativo. La compañía meridional de navegación le ofrece un trabajo como segundo mecánico en los transbordadores que circulan  entre Marsella, Córcega, Cerdeña. El trabajará allí durante cuatro años.
Las islas del Mediterráneo llegan a cansar el marinero quien aspira a algo más exótico, nuevos horizontes. Loïc pone la mira en Nueva Caledonia, un sueño de infancia. Se traslada a Nouméa, y  embarca en el Havannah, un pequeño barco que sirve a las islas de la Lealtad y Vanuatu. Buceo y pesca en las lagunas azul turquesa, la alegría de la vida de los Kanaks; No hay duda, el oriundo de Marsella ha encontrado su pequeño rincón del paraíso.
Mientras se la pasa suave en Nouméa,  Romain Troublé le contacta: quiere reunirse con él en París. Nouméa, París, el desfase es violento. Afortunadamente Loïc rápidamente se une a Tara y América del Sur. A bordo de la goleta científica el reanuda con su pasión por la vela. Y aunque su corazón a menudo lata por las montañas, “capitán Vallette” no duda ni por un momento que con Tara, el este por vivir muy bellas aventuras marítimas.
Anna Deniaud

15/03/2011

Primera estación, primeras impresiones


© A.Deniaud/Tara Expéditions
15-03-2011
20 a 25 nudos de viento, olas de 3 metros, la primera estación de la jefa científica Lee Karp-Boss y su equipo fue algo "deportiva". A pesar de condiciones climáticas incómodas, la tripulación de Tara pudo hacer cuatro sumersiones de la CTD, dos redes para protistas, y una sumersión del "Neuston net”, red doble que captura el mezoplancton en superficie. Al mismo tiempo se bombearon más de 200 litros de agua de mar, luego cuidadosamente embotellados. "Dadas la condiciones de mal tiempo, el hecho de que era una primera vez para este equipo a bordo de Tara, y que el cabestrante llevaba dos meses sin uso por culpa del G2, ¡hicimos un súper trabajo!” se exclama Sarah Searson, ingeniera en cubierta. Sin la experiencia de Sarah y de los marineros que la rodean, la inmersión de la roseta en esas condiciones hubiera sido por lo menos delicada.
Durante dos días, los científicos han llevado a cabo un muestreo en esta famosa área de upwelling, rica en nutrientes y fitoplancton. El upwelling, o resurgencia de aguas en español, es un fenómeno oceanográfico que resulta de la presión de las aguas de superficie por los vientos  dominantes y la fuerza de Coriolis, causando el afloramiento de aguas frías de profundidad ricas en nutrientes.
Una primera inmersión de la roseta arrojó mediciones de clorofila que indicaron una fuerte presencia de fitoplancton a 35 m de profundidad.  Partiendo del DCM (deep chlorophylle máximum)  y otros datos, Lee definió las diferentes profundidades de muestreo.
En popa, se sigue con las manipulaciones, pero al compa del llenar de las botellas, el viento y las olas arremeten. El trabajo de los científicos se hace arriesgado. De repente una ola más violenta tira un tambo de agua al piso, derramando la muestra. En cuestión de minutos, François lo vuelve a soldar y se vuelve a usar.  "El trabajo de campo, especialmente en un barco como Tara, dista mucho de lo que acostumbramos todos los días en laboratorio. Aquí debemos trabajar con lo que hay, ser solidarios, reactivos, innovadores en caso de problemas ", concluye Lee al final de la estación. Los científicos no sólo deben funcionar con los medios a bordo sino que también deben anticipar los movimientos del barco para evitar manipulaciones equivocadas, cuidar de no lastimarse, y para algunos enfrentar el mareo. "¡Antes de embarcar, me era difícil imaginar lo  acrobático del trabajo en Tara en estas condiciones! ¡Tendré moretones por todas partes, pero no importa, he cumplido mi misión! “confiesa Leila, quien filtró 300 litros de agua y llenó más de 160 botellas de muestras de protistas en el día.
En el laboratorio húmedo, Melissa admite haber pasado por momentos difíciles, pero "cada vez me recordaba por qué yo estaba allí, la importancia de esta expedición. Me daba motivación. Me decía: just keep going!”.
Sola en el laboratorio seco, Gabriela captura en música las primeras imágenes de los microorganismos recogidos, una gran primera vez  para esta especialista de tiburones quien suele más bien estar en cubierta al acecho de los depredadores. "Las manipulaciones se desarrollaron muy bien, apenas tuve un problema con el “flowcam” que se atascó dos veces por la densidad de las partículas de las muestras. Pero Frank me dio una mano y se reinició rápidamente". Además de los instrumentos habituales, Gabriela utilizó por primera vez a bordo el Accuri cytometer.  Recién embarcado, este dispositivo permite determinar, a partir de los pigmentos, las diferentes poblaciones de fitoplancton en las muestras.
Para el equipo de científicos a bordo, el bautismo les habrá ido bien, finalmente. Capitalizando sobre esta primera experiencia, se están preparando para la próxima estación que tendrá lugar, en los próximos días, en la zona de transición entre el upwelling y el giro del Pacífico Sur.
Anna Deniaud.

14/03/2011

¡Tsunami! ¡A correr!


 
© Franck Prejger/CNRS/Tara Oceans

 11-03-2011
Jueves, 10 de marzo 2011,  22:00: ¡Euforia a bordo de Tara! En la oscuridad, la alegría ilumina los rostros de la tripulación. ¿Quién iba a pensar que un dulce sonido de generador pudiera poner tanta gente feliz? Después de una serie de pruebas, el GE2 está oficialmente dado de alta. Los expertos chilenos se van con el corazón alegre a pesar del mareo Tara zarpara mañana para realizar la estación 93 en la frontera de la plataforma continental.
Viernes, 11 de marzo 2011, 08:00: A bordo de Tara, la alegría de los rostros se desvaneció;  algunos incluso parecen molestos. Nos avisaron de una alerta de tsunami en el puerto de Valparaíso. ¿Quién hubiera pensado que, el día de la tan esperada salida, una ola devastadora estaría amenazando la costa de Chile?  Volviendo al puerto para hacer su “clearance”, Tara de repente se encuentra bloqueado. No se permite movimiento alguno.
09:00: Nuevas instrucciones: las autoridades del puerto de Valparaíso ordenan que todos los barcos salgan lo antes posible. Con una velocidad media de seis nudos, o sea unos once kilómetros por hora, es difícil correr. Más vale salir con tiempo. La ballena gris se lanza a toda vela en el Océano Pacífico Sur. Al perder de vista este puerto mítico, surgen ya los recuerdos de esta escala,  y la creciente preocupación por todos estos porteños que dejamos atrás. Esperemos que la terrible ola anunciada no cause tantos daños.
Al timón, el capitán Loïc parece más bien relajado. "Dentro de unas horas  saldremos de la plataforma continental y no correremos riesgo;  dudo de que vayamos siquiera a sentir algo." Gabriela, una científica inglesa, podrá tranquilizar su padre quien acaba de llamarle al teléfono del velero. En cubierta, otros aprovechan los últimas millas de alcance de la señal para enviar mensajes a sus familias, sus amigos. Unos bromean acerca de la situación.
15H00: A bordo de Tara, cada quien está en lo suyo. Celia saca del horno unas magdalenas recién cocidas. Marcela está inmersa en su libro "Gracias por el fuego". La voz suave de Chet Baker ha invadido el comedor. El tsunami parece haberse retirado de las mentes.
En cubierta Sarah y Baptiste siguen probando el cabrestante en previsión de la estación de mañana. De pronto, en el agua, se aprecian siluetas conocidas: ¡Tara está rodeado de tiburones!
Según  Gabriela, especialista en la materia, parece que son "Prionace glauca”, comúnmente llamados "tiburones azules". Son unos cinco o seis alrededor del barco. Este espectáculo cautivador durará más de una hora.
23h30: Después de un día muy tranquilo, el viento se levantó y sopla ahora entre 15 y 20 nudos. Maltratado por las olas, Tara balancea y cabecea. En sus literas Baptiste y François esperan tomar su turno. A 23:30 en punto los dos marineros sienten un movimiento anormal del velero. Cinco minutos más tarde, una segunda ola les llama la atención. ¿Sera el tsunami tocando Tara? Ya sea en Tara o la costa de Chile, el tsunami ha dado afortunadamente más miedo que traído daño. Mañana por la mañana los científicos podrán iniciar con confianza la estación 93.
Anna Deniaud

10/03/2011

La llamada del mar


10-03-2011
© A.Deniaud/Tara Expéditions

Bajo un sol abrasador, la tripulación de Tara espera la salida con impaciencia. El episodio del GE2 (generador) se prolonga. La nueva culata se quedo atascada en una pista canadiense debido a la nieve, pero afortunadamente los marineros habían anticipado el problema: hicieron reparar la pieza averiada en Santiago. La culata  reacondicionada debe llegar por la tarde. Después de su reubicación y una batería de pruebas, Loïc, el capitán, zarpará. "Espero poder salir antes de medianoche porque tenemos dieciséis horas de navegación hasta la siguiente estación".
El programa científico depende de un solo eslabón. Si la culata se retrasa, tendremos que conformarnos con una estación más cerca de la costa, a ocho horas de navegación. "No sé qué estación vamos hacer, pero la estación 90 es más interesante que la 91 por situarse después de la plataforma continental, en esta famosa zona de upwelling (subida de aguas), donde abunda la vida planctónica", comenta Lee Karp-Boss, la científica en jefe a bordo. Las estaciones 90 y 91 han sido realizadas durante la etapa anterior, pero debido a la falla del GE2, los científicos no han podido usar el cabestrante y no pudieron muestrear en profundidad.
A bordo de la atmósfera es algo similar a la de una clase de escolares en vísperas de vacaciones.  Música rock en el comedor, donde cada quien tiene va por su negocio. En la cocina, Celine se lanzó en una gran limpieza. Leila aprovecha para repasar clásicos: “Vuelvo a leer el manual del clitómetro en flujo. Es un nuevo dispositivo a bordo que nos permitirá distinguir el plancton en función de su forma y tamaño”. En el pasillo, Daniel y Yohann han pasado la mañana la cabeza en las tuberías para reparar una fuga de agua gris, es decir la evacuación del cuarto de baño. Como buen marino, Baptiste afila su cuchillo; el tiempo corre lentamente para alguien que siente la llamada del mar "Esta escala fue muy colorida, animada y Valparaíso es un puerto mítico, pero ahora tengo “graves” ganas de volver al mar".
Hervé, el ex capitán, ha bajado la pasarela con su mochila. Después de un desvío por Argentina y Uruguay, volverá a encontrase con la isla de Yeu, su familia y su barco. El famoso capitán de la  deriva en el Ártico debería unirse de nuevo a la goleta dentro de unos meses, entre las Galápagos y las Islas Gambier. "Cada vez que dejo Tara, todavía me remueve...”
Las sonrisas en los rostros de los niños chilenos a bordo de Tara, los ojos brillantes de Loro Coiron, artista grabador, o la cálida bienvenida de los supervisores del puerto... Los miembros de Tara dejaran Valparaíso cargados de recuerdos e imágenes.
Anna Deniaud

07/03/2011

En la huella del Kon-Tiki


© A.Deniaud/Tara Expéditions

 07-03-2011
Dentro de dos días, Tara abandonara el puerto de Valparaíso para enrumbarse hacia una de las islas más aisladas del mundo, la famosa y mítica Isla de Pascua. El velero científico recorrerá  2100 millas en las cuales los científicos realizaran tres estaciones largas.
A bordo, la nueva tripulación está completa. Siete marineros y siete científicos incluyendo Marcela, la observadora del Gobierno de Chile. Durante esta etapa de veintiún días, Lee Karp  encabezará un equipo de científicos de cariz más femenino. La nueva jefa científica embarca por primera vez a bordo de la goleta, pero no es novata para nada: esta investigadora estadounidense ya contabiliza en su haber siete expediciones en el Pacífico Norte.
Oriunda de Israel, Lee lleva veinte años viviendo en los Estados Unidos. Actualmente trabaja en  calidad de profesor investigador en la Escuela de Ciencias Marinas de la Universidad de Maine. Su tema de investigación se centra en la relación entre forma y función del fitoplancton así como su papel en el medio ambiente. "Estoy encantada de participar en esta etapa particularmente interesante ya que vamos a pasar de un upweeling a un desierto oceánico". El upwelling cercano a las costas de Chile y del Perú es un área particularmente densa en microorganismos, lo que explica la gran cantidad de peces en la región. Por el contrario, en los desiertos  oceánicos, plancton y fitoplancton son escasos. "Más allá del interés científico, también estoy emocionada por navegar en las mismas aguas que el "Kon Tiki". De adolescente, la aventura de la balsa era mi libro favorito.”
Al igual que Lee, Loïc Vallette, el nuevo capitán de Tara, se inmerso de niño en el relato de Thor Heyerdahl *. Seguir esta misma ruta marítima poco transitada será un gran momento para el joven capitán y su tripulación. Después de un mes y medio a bordo como mecánico, Loïc asume el mando; "Ascender a capitán en Valparaíso es una oportunidad, ¡no le pasa a todo el mundo! Este puerto es un leyenda en el mundo marítimo”. Esta promoción, no se la ganó a pura vuelta de llave en la sala de máquinas. Loïc tiene un diploma de capitán de primera clase de la marina mercante. Hace quince años que él trabaja a bordo de barcos mercantes. El velero, lo practica desde su niñez:"Mi padre es un marinero, teníamos un velero De niño, tan pronto como no había clases, yo estaba a bordo".
En espera de la hora de salida, científicos y  marinos se siguen alistando  para esta navegación.  En el club náutico de Chile, cerca del cual Tara está anclado, Loïc se encontró con el capitán Jaime Von Teuber. Gorra azul, pipa en la boca, barba entrecana, Jaime ilustra las figuras tradicionales de los navegantes. Con este viejo lobo de mar, Loïc ha recopilado información útil para la navegación siguiente. Dos, tres llamadas telefónicas de Jaime, y se nos está esperando oficialmente en Pascua.
Anna Deniaud
* Thor Heyerdhal dirigió una expedición en balsa, del Perú a la Isla de Pascua. Este noruego quería demostrar que los habitantes de Pascua podían ser oriundos de América del sur. Una mayoría de investigadores privilegia la tesis de que son más bien de origen polinesio.

Encuentro con el padre de los pescadores chilenos.


© A.Deniaud/Tara Expéditions
Si usted pasa un día por Valparaíso, deténgase unas horas, unos días, en la "Casa del Mar". En esta casa de colores del sol, un remanso de paz, Margarita le dará posada. Y posiblemente  Bernard le obsequiara el relato de la movida historia del “padre de los pescadores chilenos”.
La historia empieza en 1972 en la ciudad minera de Lota, ubicada a pocos kilómetros de Concepción. De unos treinta años, Bernard, un joven sacerdote francés oriundo de Normandía, se instala en la parroquia "Cristo Pobre". Aquí la pobreza afecta a todos, Cristo incluso... En Lota, para alimentar sus familias, los hombres trabajan duro en las minas de carbón bajo el mar. “¿Tu leíste Germinal de Emile Zola? Pues, trabajar en las minas de Lota, ¡era peor!”.
Apenas un año después de la llegada del joven sacerdote en Chile, Augusto Pinochet toma el poder por un golpe militar. Con fama de ser un nido de comunistas la ciudad de Lota es bombardeada por barcos de guerra. El alcalde, los dirigentes sindicales y otros funcionarios municipales son ejecutados. Por su apoyo y capacitación a los jóvenes feligreses y a los obreros, Bernard es detenido, puesto bajo arresto domiciliario de seis días, y luego deportado a Santiago.
La iglesia lo nombra en la región central del país, en Rengo. Allí en el campo, los controles policiales son menos frecuentes; El joven sacerdote puede seguir ejerciendo sus funciones espirituales y sociales sin sufrir una severa represión. Después de siete años en Rengo, a pesar de la dulce presencia de su joven secretaria Margarita, Bernard pide que se le regrese a Lota. Su solicitud es aceptada de inmediato. La pobreza y la inseguridad en la ciudad no atraen multitudes.
En su parroquia de San Juan Evangelista, Bernard recibe jóvenes opositores a Pinochet. Les  protege, les apoya espiritualmente y les ayuda a organizarse. Su posición en contra de la dictadura es rápidamente reprendida. En 1985, el sacerdote es víctima de tres atentados. Dos veces su vehículo es saboteado. Para acabar con este religioso rebelde, un hombre es contratado para liquidarle en la misa del domingo. Diez minutos antes de la ceremonia, el joven pescador le confiesa a Bernard y huye de inmediato en Argentina. Hasta ahora este hombre no se ha atrevido a regresar a su patria.
De no haber logrado eliminar el sacerdote, los policías persiguen a los jóvenes de la iglesia. A raíz de las torturas sufridas, una joven feligresa prefiere quitarse la vida. El religioso se ve obligado a frenar sus acciones. "Me cortaron el brazo. Ya no podía actuar, sabiendo que otros pagarían por mí". Bernard vuelca entonces su energía en acciones de solidaridad: comedores, servicio de transporte entre la isla de Santa María y Lota…
En 1986, Bernard es enviado a Valparaíso, para acompañar espiritualmente a los estudiantes de la Universidad de Santa María que iniciaron una huelga de hambre en protesta contra Pinochet. Después de esta misión Bernard se acerca al mundo marítimo. A finales de los 80, el sacerdote se enfrenta a un nuevo problema: el SIDA está causando estragos entre los marineros. En lugar de adoptar el discurso del Vaticano sobre la abstinencia, Bernard aboga por el uso de preservativos en las relaciones con prostitutas. Entre la Iglesia oficial y el sacerdote francés se declara la guerra.
En los años siguientes, Bernard crea un hogar para los marineros, "Stella Maris". El “pesca”  marineros chilenos y extranjeros en el puerto, recién desembarcados, y les invita a descansar unos días en los cerros de Valparaíso, los ayuda a conectarse con sus familiares...
Los años pasan y la relación entre el sacerdote y la iglesia siguen deteriorándose. En 1993, Bernard envía su solicitud de dispensa a Roma, la consigue en 2001. A partir de este día, los pescadores de Valparaíso dejaran de llamarle " padre", pero César y Constance, respectivamente de 10 y 8 años de edad en este momento, ya lo pueden llamar libremente papa. Desde 2006, Bernard,  su esposa Margarita y sus dos hijos viven en la "Casa del Mar". El hogar para marineros se ha transformado en albergue.
Anna Deniaud