22/04/2011

El espejismo de Guayaquil



A.Deniaud/Tara Expéditions
Más de 2.200 millas y casi tres semanas en el Pacífico Sur. No se ve tierra alguna en el radar. Sin embargo la silueta de Guayaquil ya se está esbozando a lo lejos. ¿Espejismo? ¿Fantasía de la mente? ¿Tal vez una sed de civilización que nos ataca cuando la vista se ahoga en la inmensidad azul? Extraña reacción nuestra la de intentar en vano ubicar una presencia humana, mientras habitualmente tendemos a rehuir de la muchedumbre. Hasta las estrellas nos juegan tretas tomando forma de avión en el cielo.
Así que ayer, cuando un helicóptero rompió las nubes para flotar en vuelo estático encima de Tara y sus dos tripulantes nos saludaron, sentimos que se nos había zafado un tornillo. En realidad este helicóptero pertenece a un atunero que veremos después. Los atuneros usan helicópteros para ubicar sus bancos de presas. Después de este entretenimiento Tara sigue su curso. Nos tocan todavía cuatro días salados antes de las aguas frescas del río Guayas, umbral adornado con manglares de nuestra próxima escala: Guayaquil.
Alrededor de tres millones de personas viven en este puerto del Ecuador, el más grande de la costa pacífica de América Latina. Unos cuantos días de escala en esta megalópolis deberían saciar nuestra sed de urbanidad.  Hasta sea probable que pronto queramos volver a la serena armonía del océano y de los espacios naturales: algo que nos espera en la siguiente escala, las Galápagos. ¡El alma humana es compleja! Pero por ahora no buscamos entenderla. Estamos más bien procurando capturar la personalidad de Guayaquil. Por largo tiempo una fama de maldades y peligrosidad ha empañado la capital económica del país. Pero en los últimos veinte años dos alcaldes sucesivos han llevado a cabo un extenso proyecto de restauración de los barrios; Eso enaltece de nuevo la imagen de la ciudad: Una pintoresca zona de estilo neoclásico del siglo XIX, las Peñas, y el malecón 2000... El rostro renovado de estos lugares parece agradar a turistas y Guayaquileños.
Inmersos en guías turísticas, ya estamos “maleconeando”, trepando los 444 escalones del mirador de Las Peñas o explorando los museos de la ciudad para descubrir su historia. La tradición hace del conquistador español Francisco de Orellana el fundador de Guayaquil en 1537; Pero parece que antes que él otros personajes han contribuido a la prosperidad de la ciudad. El nombre de Guayaquil provendría de una tragedia fatal: huyendo de los conquistadores, un cacique llamado Guayas hubiera matado su esposa, Quil, antes de ahogarse. Hito en la historia de la ciudad y todo el continente, el 26 de julio de 1822 los políticos José de San Martín y Simón Bolívar allí se reunieron para elaborar los planes de la independencia de la entonces española América del sur.
Nuestra fecha de llegada a puerto coincidirá con el lunes de Pascua. Luego Tara recibirá la visita de  personalidades políticas, de académicos, periodistas y estudiantes ecuatorianos. Nos quedara poco tiempo para pasear. Resulta ahora agradable indagar en libros y guías para imaginarnos vagando por las concurridas calles de la ciudad.
Anna Deniaud.