30/06/2013

De Múrmansk a Dudinka, los científicos a bordo



Primera  estación científica corta.  A.Deniaud/Tara Expéditions

Estamos en alta mar, Múrmansk es solo un punto en el mapa. De nuestra primera escala rusa,  nos queda un polvo negro en cubierta pese a una ardua limpieza general. En el Mar de Barents, los científicos han realizado la primera estación corta de este tramo Múrmansk- Dudinka. Una estación larga está programada para el lunes. Revista del personal científico embarcado.

Lee Karp Boss, 48 años, Orono, EE.UU.
De Múrmansk a Dudinka, Lee asume las funciones de jefe científico. Junto al equipo  científico en tierra, ella determina las posiciones de las estaciones de muestreo. Además de coordinar el equipo, ella muestrea los virus y las bacterias en el laboratorio húmedo. Oriunda de Israel, Lee vive y trabaja en los Estados Unidos, dedicada a la investigación. Ella es también docente en ecología del fitoplancton en la Universidad de Maine. Lee ya fue jefe científico del tramo Valparaíso-Isla de Pascua en la expedición Tara Oceans 2009-2012.  

Stéphane Pesant, 44 años, Bremen, Alemania.
Co-jefe científico en esta etapa, Stéphane asiste Lee para las estaciones y el registro de los datos. También participa en el muestreo hecho por la roseta. Nacido en Quebec, él lleva tres años en Bremen, trabajando en publicación de investigación en biología marina. Es su quinto embarque en Tara.

Sergey Pisarev, 55 años, Moscú. Rusia.
Investigador en oceanografía física, especialista del Ártico, Sergey es el representante oficial de Rusia a bordo. Coordinador científico en el proyecto "Damocles", él ha estado ya a bordo de Tara antes de su deriva en el hielo en 2006. Siete años después, el vuelve a Tara y se encuentra de nuevo con Samuel Audrain, el actual capitán, que él conoce desde aquel tiempo y la estación rusa de Barneo. Sergey maneja el muestreo del zooplancton y de la roseta. Único ruso a bordo, el debe también responder a la curiosidad y las preguntas de sus compañeros sobre sus numerosas expediciones árticas y su país.

Marc Picheral, 50 años, Villefranche-sur-Mer, Francia.
Ingeniero oceanográfico,  con diez meses de embarque en la expedición Tara Oceans, Marc vuelve a la popa de la goleta para la operación e inmersión de todos los dispositivos. El también supervisa el funcionamiento de los demás instrumentos a bordo. En Dudinka, el desembarcará, dejando Claudie sola al mando de los aparatos.

Claudie Marec, 51 años, Quebec, Canadá.
Después de veintiséis años en el CNRS en Brest, esta bretona ha integrado el laboratorio Takuvik de la Universidad Laval-CNRS en Quebec. Ella maneja los instrumentos dedicados a las mediciones en el Ártico y el monitoreo del bloom fitoplanctónico a la orilla de la banquisa en el Mar de Baffin. Ella se quedara hasta Pevek, nuestra última escala rusa.

Céline Dimier, 35 años, Villefranche-sur-Mer, Francia.
Una veterana de Tara con dos años de embarque, ingeniera bióloga, Céline se encarga del muestreo de los protistas en el laboratorio húmedo. A bordo desde Lorient, ella desembarcará en Dudinka pero regresará en Tuktoyaktuk, Canadá.

Joannie Ferland, 30 años, Quebec, Canadá.
Novata en Tara,  Joannie trabaja con Claudie en el laboratorio Takuvik. Desde hace ocho años, ella participa en las campañas de la red ArcticNet en el Ártico canadiense a bordo del rompehielos "NGCCAmundsen." En Tara, ella se encarga de la producción de imágenes científicas y de la óptica en el laboratorio seco.

Anna Deniaud Garcia

29/06/2013

Actualidad


Navegacion.  A.Deniaud/Tara Expéditions
Tara a dejado Múrmansk hoy sábado. Cuatro estaciones científicas están programadas hasta Dudinka, Rusia. Usted puede seguir la actualidad de Tara Oceans Polar Circle gracias a imágenes capturadas por 4 cámaras embarcadas y videos enviados diariamente por la tripulación.


28/06/2013

El encanto de Múrmansk


Faro de Múrmansk. A.Deniaud/TaraExpéditions
Hay pocos turistas deambulando por las calles de Múrmansk. Unos cuantos ciudadanos rusos, curiosos de descubrir la ciudad más grande al norte del Círculo Polar Ártico. Detrás de su aparente austeridad, la joven Múrmansk, nacida en 1916, revela un cierto encanto a quienes la saben mirar.
 
Primero, resaltan los montículos de carbón que invaden el puerto y los bloques de hormigón que se erigen en el horizonte, recuerdos de la era soviética. De junio a septiembre, el clima es lluvioso y si una tapa nublosa cubre el paisaje, Múrmansk pinta algo triste. Sin embargo, la ciudad vive con orgullo, el orgullo de una "Ciudad Héroe" así nombrada por su tenacidad contra el atacante durante la Segunda Guerra Mundial. En aquel tiempo, la Luftwaffe tiró más de 185 000 bombas sobre los edificios y sus habitantes. Múrmansk es joven, pero ya ha sufrido bastante. Hoy, Alexei, el soldado de más de treinta y cinco metros de altura, apostado en la cresta de la colina, escrudiña constantemente el golfo de Kola velando por su protegida.

A pesar de los recuerdos negros, la ciudad ha recobrado colores. Al pie del faro rojo y blanco que domina la ciudad, son muchas las fachadas y los techos coloridos, a veces un tanto desteñidos. Tal vez de allí nace el encanto de Múrmansk, un toque de atrevimiento algo anticuado en medio de tanta sobriedad. Una franja verde de naturaleza rodea la ciudad portuaria y sus 350.000 habitantes. El bosque domina los alrededores y ofrece bocanadas de aire limpio. Y la naturaleza no se detiene a la puerta de la ciudad polar: "Me parece ser una ciudad relativamente aireada, no nos sentimos confinados en un volumen de concreto”, comenta Vincent Le Pennec, el segundo capitán, quien aprovecha una pausa para aventurarse a pie en la ciudad.  Cuando el día polar se establece y la nieve desaparece de las calzadas, los residentes de Múrmansk saben disfrutar de sus espacios verdes. Los ancianos se sientan en los parques públicos viendo los transeúntes, los jóvenes sacan las bicicletas para recorrer las amplias avenidas del centro de la ciudad.

A bordo, mientras unos disfrutan de la naturaleza, de "estos paisajes bucólicos que contrastan con la austeridad del puerto", según Céline Dimier, otros se dejan seducir por el cariz industrial: "Me encanta este polvo negro, estos trenes oxidados y abollados que se juntan con grúas y locomotoras extravagantes y coloridas. Bajo el sol de medianoche, es hermoso. De hecho, cuando paseo por el puerto, me imagino caminar en escenario de película" confiesa Nicolás de la Brosse.
El contraste entre lo oscuro y lo colorido, entre la suavidad y la dureza, sazonado de una pizca de anacronismo, esto es probablemente el encanto de Múrmansk para quienes lo pueden mirar.

Anna Deniaud Garcia

26/06/2013

Primer contacto con Rusia


Murmansk. A.Deniaud/TaraExpéditions
Bajo las instrucciones de Yury, nuestro piloto ruso, subimos el río Kol'skiy Zaliv que conduce a Múrmansk. Mientras el hombre fogueado al ejercicio guía nuestra progresión y enfila los cigarrillos, estamos descubriendo las orillas. Más allá de la excitación de divisar los masivos rompehielos nucleares, sentimos curiosidad por este pedazo de la gigantesca Federación Rusa. Treinta y una veces más grande que Francia, será nuestro país huésped por más de dos meses.
 
La tranquilidad y el paisaje del Kol'skiy Zaliv se alejan. Tara se amarra en el puerto de Murmansk, en una zona donde las grúas nunca se cansan de llenar o vaciar los cargueros. Debemos  acostumbrarnos al zumbido constante de los motores, a los golpes de cadenas en  los contenedores, y al silbido de la locomotora tricolor. Rodeado de montañas de mineral de hierro y carbón, Tara pierde poco a poco su nitidez. Hasta tenemos manos y zapatos de mineros.

En el muelle 16, Tara ha establecido su residencia por cinco días. Desde los primeros momentos, nos damos cuenta de lo difícil que será comunicarse aquí. Sólo Vincent Le Pennec y Celine, nuestra cocinera, se han acercado al idioma ruso anteriormente. Y es ilusorio pensar que el inglés nos va salvar. La maniobra de amarre llego a ser algo tensa por la  dificultad de entender y ejecutar las instrucciones. Afortunadamente, una vez la goleta al muelle, sólo subsiste la tensión de las líneas de amarre.

Unas horas más tarde, las autoridades rusas nos visitan y nos dan libertad de movimiento. El trámite es relativamente rápido. Nos lanzamos a explorar Múrmansk, la ciudad más grande del Ártico, con más de trescientos cincuenta mil habitantes. El sol brilla, hace 25° C. Hoy, son 29° C, un récord desde hace muchos años. Para salir del puerto en ebullición, seguimos el ferrocarril que recorre la pequeña locomotora tricolor. Cada paso levanta una nube de polvo negro. Un kilómetro hasta un último puesto de control, y entramos verdaderamente en  territorio ruso.

Anna Deniaud Garcia