29/07/2013

Tchum dolgana


Tchum dolgana, Vasilly.A.Deniaud / Tara Expéditions

Entre dos bloques de edificios de Dudinka, se erige una tchum. Es una tienda hecha de pieles de reno y trozos de madera, una especie de tipi del extremo norte siberiano.  A pesar del calor, Vasiliy ha revestido el atuendo tradicional dolgano. Frente esta escena surrealista compuesta en nuestro honor, nos nacen las sonrisas. Nos sentimos conmovidos e intrigados. Los integrantes del centro  cultural de Dudinka nos han preparado una sorpresa. Nos adentramos en la tchum, para olvidar el hormigón y pasar a otro mundo, el mundo de los Dolganos, pueblo de Siberia, los últimos nómadas de hielo.

A pesar de la estrechez del lugar, somos unos veinte reunidos bajo la tienda de pieles, entreabierta en su parte superior para dejar entrar la luz del sol. En la mesa, nos esperan algunos productos castizos: pescado, pan, galletas. Con vestido adornado y colorido, Olga nos sirve el té. Kseniya  remueve con una gran cuchara la sopa de pescado que nos ha cocinado. Evgeniya lanza un canto en Dolgan, acompañada por la guimbarda (arpa de boca) de Vasiliy. Las primeras notas nos transportan de una vez de Dudinka a la tundra, estas llanuras nevadas. Basta con cerrar los ojos para que aparezcan hordas de renos salvajes, bueyes almizcleros y escenarios del extremo norte siberiano. 

El pueblo dolgano es parte integrante de los llamados “pequeños pueblos del Norte”, un conjunto de veintiséis grupos étnicos del norte de la antigua URSS. Históricamente, estos pueblos autóctonos del norte de Siberia seguían la migración alimentaria de los renos, para cazar y pescar. Un nomadismo en condiciones extremas, con temperaturas que caen en invierno a sesenta grados negativos. Actualmente, como producto de una política de asentamientos implementada en los años 1930, "los últimos nómadas de los hielos" se han vuelto escasos. Menos del diez por ciento de la población autóctona de la antigua Rusia ha resistido al atractivo de las urbes. Como Vasiliy, los niños se ven cada vez más obligados a integrar las ciudades para su escolaridad y aprender el ruso. "Me di cuenta,  al entrar en la escuela, que yo no podía comunicarme con los demás, porque yo no hablaba ruso. Al principio fue difícil, y poco a poco, aprendí el idioma". Desde 1982, la escuela dispensa también docencia en los idiomas autóctonos. Durante casi nueve meses, con excepción de Navidad y Año Nuevo, los niños nómadas son separados de sus familias. Ellos vuelven a sus familiares y la tundra durante los principales días festivos. Los escolares dolganos pueden así participar en verano en la cosecha de las bayas, la "pesca" de madera flotante en los ríos, y la recolección de setas.

Las canciones siguen. 
Las palabras evocan la cultura dolgana e historias de amor decepcionado. Nos toca ahora desplegar nuestra cultura. Samuel, el capitán, toca al acordeón la melodía "Mi amado de San Juan".  Nuestras vidas parecen de repente mucho menos distantes de lo que aparentan. Después de ensenarnos leyendas de la península de Taimyr y manuales de aprendizaje de Dolgano, nuestros anfitriones nos explican los "juegos sociales de la tundra", unos palos de madera que uno lanza y atrapa, o unos números que uno debe recitar sin respirar. A pesar de la barrera del idioma, logramos entendernos, mediante gestos, expresiones, sonrisas.  Como el amor, la risa es universal.

Anna Deniaud Garcia

Bibliografía: "Dolganos, los últimos nómadas de hielo" de Francis Latreille. Edición  original en francés:  Peuples autochtones,  questions sibériennes.