29/09/2013

El Paso del Noroeste ha quedado atrás


Siguiendo el Louis Saint-Laurent.  B.Régnier/Tara Expéditions

Desde las 15:00 hora local del sábado, Tara se desliza de nuevo en aguas abiertas. En la madrugada, con las condiciones meteorológicas favorables que un anticiclón estable nos permitía vislumbrar, hemos bordeado la península Brodeur en medio de hielos esparcidos.
 
Dos horas más tarde, estábamos recibiendo un mensaje radio desde el guarda-costas canadiense “Louis Saint –Laurent, invitándonos a seguirlo. Este pez-piloto nos ha ayudado a pasar esta barrera de 60 millas en un medio día, mientras temíamos tardar más de un día y una mala noche zigzagueando entre los floes, esos témpanos de hielo joven y antiguo.

De pie en cubierta a las 5:30 am, junto a Baptiste Regnier, el marinero de turno, estoy gozando una de esas albas que le recuerda a uno cuanto la naturaleza y la vida son a veces hermosas en este planeta. Minuto a minuto, el primer cielo azul se torna rosado, y anaranjado, y luego oro, unos matices que sólo la paleta de un maestro podría restituir. Tara no está todavía dentro del pack de hielo propiamente dicho, sino en medio de "pancakes" de hielo, unas pequeñas placas redondas de unos metros de diámetro. Gradualmente, este hielo se tiñe de los mismos colores.

Daniel Cron, el mecánico en jefe, con un buen humor legendario y contagioso, Céline Dimier-Hugueney, bióloga y Lars Stemmann, se nos unen para maravillarse como niños ante tanta belleza. Lars, conmovido, confía que él no ha visto algo así desde hace dieciocho años, cuando el participaba en una misión en ….a bordo de “Antartica”, hoy en día llamado Tara.

Estamos flotando entre magia y asombro. De repente, el guarda-costas canadiense “Louis Saint-Laurent nos contacta  por radio. Un corto intercambio formal en inglés nos informa que se le ha instruido escoltarnos. Loïc Vallette asiente y coloca Tara a distancia detrás del rompe-hielos de casco rojo que enarbola una flor de arce pintada en su chimenea blanca.

A una distancia de seguridad de ochocientos metros, seguimos nuestro abre-camino por cincuenta millas, dejando a estribor la península Brodeur y sus montañas nevadas. Milla tras milla en este canal  de aguas libres creado por el guarda-costa, tomamos consciencia de que estamos cruzando el Paso del Noroeste con facilidad gracias a este protector. Sin él, habríamos gastado una gran cantidad de energía, de fatiga, y tal vez de algo más, para sortear nuestro camino en la fina línea blanca de hielo que bloqueaba nuestro horizonte.

Nuestro guía se despide, de vuelta a su misión de seguridad del tráfico marítimo en la zona. Nosotros también regresamos a nuestra misión: el equipo científico se reúne para preparar una estación larga en el Lancaster Sound, durante los dos días venideros.

Tara traza su ruta ahora con yankee y un motor, no hay más barrera de hielo de tamaño significativo delante de su proa. Hemos cruzado los pasos del Noreste y del Noroeste en los plazos asignados para esta expedición alrededor del Océano Ártico, descartando lo de invernar o de tener que dar la vuelta.

Vincent Hilaire